No hubo fiesta de paz
Timochenko en una tarima pontificando sobre el socialismo del siglo XXI, alabando a Chávez; como jefe de un grupo que se ha hecho merecedor del título de terrorista, no -como lo sugieren hoy- por motivos políticos, sino por sus hechos. Más de 11 mil niños reclutados, 6.800 mujeres violadas, 17 mil secuestros y un número incontable de asesinatos, tomas de pueblos, voladura de torres de energía, oleoductos, puentes y carreteras. Este hombre es jefe del más poderoso cártel de narcotráfico de la nación que tiene el vergonzoso título de la primera en producción de cocaína del mundo; sobre sus hombros carga la responsabilidad de todo lo acontecido en estos años de dolor; y fue aplaudido. Por dignidad, por respeto a las víctimas, por vergüenza, quienes nos representan en esa negociación jamás debieron aplaudir a un genocida. Todo estaba mal. El Presidente de Colombia no debería firmar -en pie de igualdad- con el capo. No debería estrechar la mano ensangrentada por el asesinato de t...