¿Un acuerdo ilegítimo?
Me preguntó hace algunos días el senador Iván Cepeda si yo consideraba que los acuerdos de La Habana eran legítimos. Le contesté que eran legales y que por eso los respetábamos, y tratábamos de modificarlos mediante mecanismos legales. Él concluyó que los consideraba legítimos. No es así. Una cosa es la legalidad, y otra la legitimidad. La primera se refiere a si la reconocemos como parte del cuerpo jurídico que nos rige, y otra si nos sentimos compelidos a cumplirla. La legitimidad debiera producirla el haber seguido todos los procedimientos legales y el hecho de que los legisladores, por ser representantes democráticos, deben estar sintonizados con el “sentimiento nacional”. Sin embargo, ninguno de esos dos requisitos se cumplió. La representación democrática en el gobierno Santos sufrió una de sus peores afecciones. La “mermelada” y el ejercicio autoritario del poder sirvieron para distorsionar las preferencias de los representantes y de las instituciones. Todo el que no apoyara ...