Algunas anotaciones
Algunos han propuesto prorrogar el periodo de los mandatarios de elección popular; empezando por quienes están elegidos actualmente. La propuesta no solo es inconstitucional, pues rompe la voluntad de los ciudadanos que eligieron esos mandatarios por un periodo determinado, sino que es inconveniente. En la democracia son tan importantes las decisiones de la mayoría como la posibilidad de alternancia del poder. Esto es, debe existir la posibilidad de competir el poder contra ideas diferentes y opuestas, y también deben ser claros los plazos en que dicha transición puede darse. Es claro que cambiar los periodos de los mandatarios sólo sería posible si se hiciera para aquellos que serán elegidos en el futuro.
Por otra parte, la propuesta de
unificar las elecciones de autoridades locales con las de congresistas y
presidente tampoco parece una buena idea. Es importante para la democracia la
posibilidad de imponer cambios políticos cuando el primer mandatario no ha
realizado una gestión que acepte la ciudadanía o cuando por el contrario lo ha
hecho de manera sobresaliente. Sería lógico que al menos la mitad del congreso
se eligiera en la mitad del periodo presidencial, de manera que el mandatario
fuera premiado con mayor respaldo o castigado con mayor oposición. Si bien esto
no ocurre propiamente con las elecciones locales colombianas -altamente
influidas por las maquinarias regionales- este periodo discordante beneficia a
los mandatarios locales. Quienes pueden tener relaciones con dos gobiernos
distintos y no tener que someterse a uno sólo del que podrían ser contrarios.
Precisamente porque Colombia ha logrado que las elecciones presidenciales estén
marcadas por los movimientos de opinión no conviene unirlas a otras donde las
maquinarias podrían tener incidencia. Podríamos en vez de mejorar las unas,
afectar la elección del primer mandatario de los colombianos.
Por otro lado, quiero resaltar la
indignación de muchos colombianos por la utilización de los niños en la guerra.
El reclutamiento de menores es abominable. Les roba a los padres sus hijos y a
sus hijos la infancia. Colombia no puede seguir tolerando el reclutamiento de
menores. Y digo tolerando por el hecho de que se haya aceptado que es un delito
conexo al delito político. Me duele que hoy Colombia tenga reclutadores de menores
como congresistas.
No me queda clara la indignación
de quienes han guardado cómplice silencio frente al reclutamiento de miles de
niños en nuestro país. Al delito de reclutamiento de menores hay que sumarle
que muchos de ellos fueron convertidos en esclavos sexuales y forzaron miles de
niñas a abortar. Esos delitos llevan el reclutamiento a límites de lo inhumano.
Pero no ha merecido siquiera un proceso independiente en la JEP. Ojalá esta ola
sirva para que ese proceso de reclutamiento avance y sobre todo se abra uno
nuevo sobre toda la violencia sexual.
Finalmente, una reflexión sobre
los que apuntan a que la legalización de la marihuana en México es un gran
ejemplo a seguir para Colombia. Nos presentan la decisión como una fórmula para
combatir los carteles, sin embargo, la marihuana es menos de la mitad de los
ingresos de los mafiosos mexicanos. La cocaína es el mayor proveedor de
recursos. Tampoco es cierto que la legalización espante la criminalidad, basta
observar lo que sucede con la minería, que en Colombia, siendo legal tiene
reductos no solo en la ilegalidad, sino en la criminalidad.
Puede que el cannabis medicinal
sea un buen negocio. Seguramente puede serlo. Lo que no se puede es presentarlo
como una solución a los negocios ilegales que alimentan la violencia, porque no
lo es.
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