Sobre las rechiflas y su significado -26 de abril de 2015-
Sobre las
rechiflas y su significado
Tal vez, la
mayor dificultad de la política es
mantener la perspectiva. Los políticos están rodeados de amigos, se reúnen con copartidarios y difícilmente pueden calcular si estos son muchos o
pocos, o si están siendo sinceros, pues la
falsa adulación es parte del quehacer
diario. Los políticos pueden tener al menos
dos maneras de relacionarse con la realidad; defendiendo convicciones o
pretendiendo cabalgar sobre los impulsos de la opinión.
Para mí, la política debería ser un ejercicio de convicciones, de certezas
interiores. Se tienen posturas, porque se cree en ellas y se confía en que en algún momento
-luego de explicarlas y defenderlas- la sociedad coincida, y escoja ese rumbo.
Ese es el tipo de liderazgo que ejerce Uribe, que mantiene sus ideas aún cuando el viento esté
en
contra, y se vuelve más vehemente
ante la dificultad.
También existen los políticos de la
oportunidad; que creen identificar una dolencia de la sociedad y se quieren
convertir en voceros del sentimiento colectivo. Lo hacen de afuera hacia
adentro; y entonces deben tratar de guardar sintonía con la opinión. Son los políticos de las
encuestas, los que salen detrás de cada escándalo mediático a proponer
soluciones de tintes efectistas. Santos se eligió
con
el discurso de la seguridad democrática, luego lo
calificó de guerra y se reeligió con el discurso de la paz y la mermelada.
Los políticos de la oportunidad son
impredecibles, pues las causas que defienden son secundarias al gusto por el poder;
pueden cambiar de una idea a otra, sin muchas contrariedades. Son susceptibles
a los vaivenes de la opinión pública, porque el ego individual se asienta en la
aprobación colectiva. Son menos
propensos a la rigideces de las convicciones, y más pragmáticos en la manera de tomar sus decisiones.
Las rechiflas contra Santos generan la ira del Ministro de Defensa,
que aduce los títulos que ostenta el
presidente para recriminar a los manifestantes. Es tal la incomodidad que le
genera al mandatario, que para serle leales, gobernantes locales prohiben con
decretos las manifestaciones públicas durante
la visita de Santos o de Vargas Lleras. Hay incluso furia en los jefes de
prensa porque semejantes eventos logren -sin mermelada- alcanzar notoriedad en los
medios de comunicación.
Uribe por su parte, parece satisfecho con las protestas. Va a aquellos
sitios donde la polémica promete
ser aguda. Tiene que ver, claro, con su deseo de controvertir a sus críticos, porque se siente cómodo con sus
ideas y sus posturas. Tiene que ver también con que cada
protesta contra Uribe lo equipara con el primer mandatario. Las rechiflas son,
unas contra el Presidente de la República y las
otras contra Uribe, un expresidente y un senador.
Quienes protestan contra Santos, protestan contra el Presidente. Lo
hacen para evitar que use el poder que tiene para imponer ideas; se protesta
contra las decisiones tomada o por tomar que los afectan. Quienes protestan
contra Uribe no protestan contra el gobierno, sino contra senador. Uribe es un
lider que cimienta su poder no en un cargo, sino en su incidencia sobre la
sociedad. Quienes protestan contra Uribe, protestan contra sus ideas, su
liderazgo; protestan porque haya otros que lo siguen.
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