¿A alguien le preocupa la justicia?
La reforma a la justicia es el pendiente
más importante de Colombia. Este gobierno fiel a su desdén sobre los grandes
temas presentó y aprobó el proyecto equilibrio de poderes que cambia todo, para
que todo quede igual. Ninguna de las grandes fallas fue resuelta.
Seguimos con un sistema inquisitivo donde
los ciudadanos tienen que enfrentar todo el poder del Estado que a través de la
Fiscalía, que no sólo acusa, sino que tiene un aparato investigativo que usa
para ese propósito. Hemos insistido en la necesidad de separar las funciones de
investigación, de las de acusación; tal y como ocurre en los EE.UU. de donde mal
copiamos ese sistema. Además requerimos jurados de conciencia para que el
sentido de justicia se asemeje a aquel que tiene la sociedad, aunque sea en los
grandes casos.
Está pendiente cerrar la puerta giratoria
entre política y justicia. No puede haber más jueces que vienen de la política,
como tampoco jueces con ansia de políticos. Deben ser carreras diferenciadas,
cuya selección impida el paso hacia a la otra. Consecuente con ello, las
facultades nominadoras de las altas cortas debieron desaparecer, para eliminar mecanismos
que provocaron los lamentables carruseles de nombramientos.
La cooptación de Magistrados debería se
abolida, así como las ternas de origen político. Buscar ternas de las mejores
facultades de derecho del país, para que posteriormente haya debates de cara a
los ciudadanos y la selección se realice a través de órganos de origen democrático
-Presidente o Congreso- bajo la presión ciudadana.
Quedó también pendiente el juzgamiento de
los llamados aforados. En mi opinión el único aforado que el sistema requiere
es el Presidente, por tratarse de un aparato institucional donde ese cargo
juega un papel estructural como de Jefe de Estado, Jefe de Gobierno y Suprema
Autoridad Administrativa. Hay otros dos tipos de aforados: los congresistas
cuya aforamiento reduce de los derechos y garantías que disfruta cualquier
ciudadano, como la doble instancia, la separación de investigador y juzgador.
El tercer tipo en cambio consagra las garantías pensadas para el Presidente
para un montón de funcionarios que no las requieren.
El equilibrio de poderes optó por lo
absurdo. Sustituyó la comisión de acusaciones por un Tribunal de Aforados conformado
por ternas enviadas por el Consejo Judicial y luego elegido por el Congreso. Lo
que significa que en vez de congresistas, ahora tendremos delegados de la
propia rama judicial para investigar; un chiste. Qué sea la propia Corte Suprema de Justicia
la que conozca sobre delitos de los magistrados se mantuvo idéntico. De manera
que la impunidad está garantizada. Lo más grave, en el proyecto de ley estatutaria que
presentó el Gobierno y que ya ha sido aprobado en dos debates, se consagró la
inviolabilidad de los magistrados con una redacción que impediría que sean
investigados por prevaricato. Esto significa que podrán emitir sentencias
contrarias a la ley, y no podrán ser investigados por eso. Ojalá fuera la propia
rama judicial la que diera una voz contra la impunidad y la justicia de cuello
blanco. La credibilidad en la rama judicial tan afectada, requiere el
compromiso de sus integrantes para salir de su crisis.
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