No más desgobierno
Los colombianos
se han acostumbrado a ver a Álvaro Uribe como un hombre fuerte, y por lo tanto
la oposición política en el país se ve robusta y poderosa. Olvidan que este
hombre, sin poder y desde la oposición, ha logrado construir un nuevo partido
político con 39 congresistas y un significativo número de concejales y
alcaldes. Un esfuerzo titánico para confrontar un gobierno que seduce con los
dineros de la bonanza petrolera, que dilapidó para construir una solida
estructura de clientelismo político y que tuvo a sueldo todo tipo de
personalidades y endulzó medios con la mermelada de la pauta estatal.
La fuerza de la
oposición no se debe a recursos económicos –de los cuales ha carecido- ni a
compromisos de los políticos que otrora acompañaron a Uribe –pues todos lo
dejaron. Se explica por la empatía de muchos colombianos con unas ideas; por la
tenacidad en las posturas; por la coherencia y ejemplo; por el recuerdo de las
obras de un buen gobierno. Sobretodo, porque muchos colombianos que aprecian y agradecen
a Uribe, han estado dispuestos a seguirlo aun en las adversidades. Si
comparamos lo que tiene el gobierno y lo que tiene la oposición; una sola frase
bastaría: El gobierno se quedó con el país político y con el presupuesto, y la
oposición con el país nacional.
Los intereses de
los colombiano hace mucho andan por un camino distinto al que transita el
gobierno. Ensimismado con el negociado de la Habana, abandonó los problemas
básicos que viven los ciudadanos. Santos no gobierna. Ni propone, ni soluciona.
Deja que el caos deshaga lo que se había conseguido, y anuncia, tapándolo todo,
que la paz ya viene.
El inconformismo
ciudadano engorda ante la creciente corrupción; donde siguen muriendo los niños
de hambre mientras los aliados de políticos del gobierno se llenan los
bolsillos con los recursos de los comedores infantiles. Mientras suben los
impuestos y las empresas se van, dejando en el desempleo a los ciudadanos, el
gobierno insiste en seguir subiendo la tributación para mantener la mermelada
que le da gobernabilidad. Mientras los ministros tienen a sus familiares con
contratos en miles de millones, el sistema de salud colapsa y sacan las
personas del Sisbén. Mientras venden Isagén, empezó el apagón aunque aún no lo
anuncien.
Hoy, cuando el
Centro Democrático ha decidido acompañar una marcha cívica del 2 de abril,
hemos tenido que soportar la usual y desagradable estrategia del gobierno:
estigmatizar. Así como persiguen judicialmente a los uribistas, así como los
tratan de nazis, fascistas y guerreristas, así también quieren destruir el
animo cívico que inspira el movimiento.
Tomemos las
calles para manifestar los deseos de los colombianos. Para que podamos
traspasar la capa de estigmas, persecución y miedo que se ha tomado Colombia, y
avancemos con paso firme en la defensa de la libertad y la democracia. Salgamos
a la calle para gritar no más, como punto de saciedad frente a lo que no sirve.
No más conformismo. Queremos más, aspiramos a más, somos capaces de más.
Pidamos un gobierno que gobierne y que esté del lado de los colombianos. ¡A la
calle!
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