Fast track ¿adiós a la democracia?
Algunos se preguntan qué problema tiene que las leyes se hagan más rápido y que los
acuerdos se implementen con flexibilidad y facilidad. Sin embargo, aquellos no están
pensando en lo que el “fast track” significa. Se nos vienen profundas modificaciones no solo
legales, sino y sobretodo, constitucionales. El Gobierno y las Farc tiene la intención de que las
310 páginas sean algo así como un apéndice de la Constitución, y que en aquello que haya
contradicción la Constitución sea modificada.
Sencillamente nos van a cambiar la Carta, y por eso no exageran quienes dicen que la
Constitución del 91 está muerta. Si bien, el mismo texto superior prevé las posibilidades de su
modificación, aquellas requieren: un procedimiento y tiempos –que se va a desconocer-, tiene
jurisprudencialmente unos límites dados por la teoría sustitución –no todo lo puede modificar
el Congreso- y finalmente se trata de asuntos tan de fondo que requerirían una Asamblea
Constituyente.
A todo esto habría que agregar que estas modificaciones, como el procedimiento del “fast
track” fueron rechazados por el voto del 2 de octubre donde venció el No. La situación de
nuestra democracia es francamente alarmante. Por supuesto que aquella no se limita a la
voluntad de la mayoría, pero en ninguna parte de mundo sería aceptable que la decisión
expresa, clara y contundente del pueblo frente a un asunto que el han consultado, sea
arbitrariamente desconocida.
En una democracia puede haber reglas sobre aquello que se le puede o debe consultar a la
ciudadanía, pero una vez consultada sus decisiones son soberanas. Sólo pueden ser revocadas
por el propio pueblo. El plebiscito es este caso; pueden argumentar que la refrendación
popular no era necesaria –opinión de la que me aparto pues el acuerdo suponía profundas
modificaciones constitucionales- pero una vez realizada la consulta su obligatoriedad es
incuestionable.
Lo que estamos viendo es el desarrollo descarado de las trampas y tretas. Hablan de un nuevo
acuerdo cuando en realidad es el mismo con pequeñas modificaciones. No lo someten a
consideración de la ciudadanía porque saben que volvería a ser rechazado. Se inventan una
refrendación –atípica y por lo tanto ilegal- en el Congreso y, la Corte Constitucional en un
comunicado flojo, ambiguo e irresponsable no define nada de fondo; prácticamente le cede al
Congreso la facultad para decidir si esa refrendación –realizada por ellos mismos- es
suficiente, y entonces admite el fast track.
Desconoció así la Corte la demanda interpuesta por el Centro Democrático y el más de un
millón trecientos mil colombianos que acompañaron la demanda con su firma por la
resistencia civil. No acumuló las demandas, no resolvió la nuestra. Se limitó a una demanda
parcial. Creíamos en la Corte por eso demandamos, por eso hemos participado en audiencias,
pedido acciones, audiencias de seguimiento, intervenciones... Nada nos han concedido. La
mayoría de los Magistrados, en mi opinión, es partidaria de la negociación de la Habana –y eso
no tiene nada de malo-, lo grave es que no logran independizar su postura política, de los
textos constitucionales. Abandonó la defensa de la participación ciudadana y la obligatoriedad
de las decisiones del pueblo como principios rectores de la Constitución del 91, dejó de lado la
teoría de la sustitución constitucional y todo en nombre de una paz, que no es paz.
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