Todo vale de la paz


El debate en el Congreso se fingió una refrendación los acuerdos de la Habana es una

descarada suplantación de la voluntad de los colombianos. El voto del No no sirvió para nada,

fue un esfuerzo perdido; a la manera de las dictaduras, el gobierno decidió desconocerlo. Así

de fácil.

Los argumentos para avalar el procedimiento antidemocrático son flojos: El primero sostiene

que tratándose de un “nuevo acuerdo” no hay sustitución del constituyente primario, pues por

ser “nuevo” sigue un camino distinto. No por cambiarse de ropa, uno es otra persona. La

comparación de los textos muestra con facilidad que hay un evidente plagio, no puede decirse

que es un acuerdo nuevo aquel que es idéntico en un 90%; es un plagio con retoques. Además

Santos prometió que los colombianos tendríamos la última palabra sobre el acuerdo, no lo

decía sobre el primero; sino para el que al final regiría.

Cuando ya se convocó al pueblo para que decidiera, y decidió; no pueden irrespetar su

voluntad. El gobierno están convencido de que las trampas del plebiscito resultaron

insuficientes, y por lo tanto no permiten otra refrendación popular. Como el plebiscito impide

que el presidente implemente, ahora utilizan el Congreso para burlar la norma. Ese congreso

que fue derrotado el 2 de octubre y ya de probada sumisión a la mermelada. No hace falta ser

un genio para saber que lo importa es aprobar los acuerdos, no importa cómo.

El argumento más vergonzoso es que los Congresistas son inviolables en sus votos y

opiniones. ¿Cómo puede haber entonces conflicto de intereses? ¿Entonces con el voto

congresional no se puede cometer delito alguno? ¿Es imposible prevaricar desde el Congreso?

Esa teoría del Doctor Urpimi funda una nueva línea de comportamiento para los congresistas:

¡Qué hagan como el Presidente Santos, lo que les de la gana!

Lo cierto es que el sector político que quiere ese acuerdo, lo quiere como sea. Prefieren darle

gusto a las Farc e imponérselo a la mayoría de los colombianos. Se justifican en que los

beneficios que ellos mismos le atribuyen al acuerdo, serán tantos y tan positivos que los del

No terminaremos por sentirnos satisfechos.

No es cierto. El acuerdo no va a traer paz, ellos lo saben, aunque no lo digan. Se le vienen a

Colombia días duros. No sólo por la crisis económica que se agravara con esta nueva compra

del Congreso que exigirá reforma tributaria y adiciones presupuestales; sino porque se

destruyen las instituciones y la ley. Proliferará la violencia, y nos dirán que no hay problema

porque es delincuencia común. Si el siguiente gobierno enfrenta el desbordado crecimiento de

los cultivos ilícitos y la minería ilegal, habrá un recrudecimiento de la violencia en la periferia.

Violencia inspirada en el anhelo de las Bacrim de seguir el ejemplo de las Farc. La

desobediencia de la ley será evidente; todos alegando que si las Farc no pagó cárcel nadie

tiene que hacerlo. Además, vendrán la venganza de las Farc a través de la “justicia” JEP. Los

del No diremos que lo advertimos, y los de “la paz” dirán quien sabe con que argumentos que

tenemos la culpa. Lo cierto es que con el pretexto de paz destruyen todo, la ley, las

instituciones y la democracia. Dios nos apare.

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