Relaciones maduras -23 de junio de 2015-
Relaciones maduras
El gobierno Santos desplegó
la idea de que su canciller y su política exterior son de exaltar. Comparan la
situación tensa que vivió el gobierno Uribe en las relaciones con Venezuela,
con lo que ellos catalogan como el restablecimiento de la normalidad con el
vecino país. Se trata del papel del vecino complaciente: que no ve lo que está
viendo, que no oye lo que todos escuchan, que se resigna ante la calamidad;
todo con tal de que su vecino no despliegue su furia irracional.
Se denunció que las Farc
tenían -con anuencia del gobierno chavista- campamentos en el territorio
venezolano, donde gozaban de protección, y se usaban como punto de ataque
contra Colombia y de evasión de nuestras autoridades. Sorprendió que Santos
–quien había posado de crítico contra Chávez- lo invitara a su posesión. Nadie
sospecho que tenía un plan para utilizar el chavismo como puente hacia las
Farc.
Y cuando no hay límites, se
puede avanzar hasta encontrarlos. Atropellaron, atropellaron, y hasta yo creí
que no encontrarían ninguno.
No extraditaron a Colombia
a los miembros de las Farc, los campamentos se mantuvieron y el MinDefensa
reconocía que los grandes jefes del narcoterrorismo se escondían en Venezuela.
Tampoco pagaron la totalidad de los recursos que debían a los empresarios
colombianos. Santos prefirió extraditar a Venezuela y no a EE.UU. a Walid
Makled, para ocultar los vínculos del régimen Chávez con el narcotráfico.
Vinieron afrentas a los ex presidentes Uribe y Pastrana. Los insultos por parte
del gobierno de Maduro se volvieron usuales, como usuales los silencios del
gobierno y su cancillería.
La mudez del gobierno
Santos frente a los abusos contra la oposición venezolana, apresada y
torturada; desconocieron la larga tradición colombiana en defensa de la
democracia. No sólo hubo silencio frente a los valores abstractos, sino también
frente a los abusos concretos, como las constantes excesos contra los
colombianos residentes en Venezuela, deportados arbitrariamente. Tantísimos
colombianos de frontera ilegalmente detenidos, multados, expropiados… y el
gobierno y su canciller mudos.
Se clarificaron los
vínculos del régimen Chávez-Maduro con el narcotráfico y su complicidad con las
Farc; y tampoco para eso hubo voz. Por el contrario, Santos deportó jóvenes
venezolanos refugiados en Colombia para congraciarse con el déspota. Violó,
como allá lo hacen, las normas internacionales. Maduro incluso ataca a Santos,
quien elude el asunto.
Maduro expide un decreto
apropiándose de aguas en disputa y la nación se pregunta por qué nuestro
gobierno y su cancillería responden con desanimo. La política de la tolerancia
con el abuso, se convierte en invitación a la arbitrariedad; esa fórmula
aplicada en las relaciones internacionales y con las Farc; nos ha llevado al
escalamiento del atropello y la violencia. Saben que pueden transgredirlo todo,
y que Santos y su canciller buscarán la manera de desestimar la ofensa.
Santos apostó –como dijo-
su capital político a la Habana, esa es su única obsesión, y Maduro y las Farc
saben que para mantener en la mesa, Santos soportará todo.
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