¿Libertad de ofender? 18 de noviembre 2015
¿Libertad de ofender?
El liberalismo clásico defendida la libertad de expresión y no
admitía límites; todo podía decirse, y hacía parte del deseo social que nadie
fuera molestado por sus opiniones aun cuando fueran ofensivas, falsas o
crueles. La limitación era la calumnia o injuria. Sin embargo, nuestro tiempo
empieza a cuestionarse esta amplitud. Las tensiones son evidentes ¿Se resguarda
en la libertad de expresión aquello que puede resultar ofensivo para muchos?
¿Los comentarios racistas, sexistas, las ofensas contra una religión deben ser
defendidos o prohibidos?
Un artículo publicado por el magacín de la BBC que trata estos
temas concluye que debemos defender el derecho a ser ofensivos. Pareciera que
hemos olvidado que las opiniones mayoritarias no necesitan ser protegidas, esas
pasan desapercibidas, no generan discusión ni molestia. Son las opiniones
minoritas, controversiales, las que no compartimos las que se refugian en la
libertad de expresión.
Si optamos por la libertad total tendríamos que tolerar todo tipo
de comentarios y opiniones. Si decidimos restringir la libertad podemos, según
Stuart Mill, impedir el debate en la sociedad y por lo tanto dificultar o
imposibilitar los cambios.
¿Charlie Hebdo puede insultar la religión musulmana y ellos
expresar su descontento con bombas? ¿Sería aceptable un bloqueo de redes? El
Papa refiriéndose a los límites de la libertad de expresión dijo que si alguien
insulta a su madre, recibe un puño. Luego puntualizó que no está de acuerdo con
el uso de la violencia jamás, pero exigió respeto por las creencias religiosas.
Si bien hoy no hay cadena perpetua por las opiniones como la tuvo
que enfrentar Galileo o pena de muerte, como Camilo Torres Tenorio; hoy tenemos
unas mayorías que linchan y destruyen carreras. Un asomo a las redes sociales
deja ver el destino de quienes no piensan igual. Ridiculizan, insultan, ofenden
a quien se atreve a opinar distinto, y lo hacen bajo la salvaguarda de que es
una reacción merecida o justificada. Usan y abusan ellos también de la libertad
de expresión. El linchamiento no puede desligarse del fenómeno del “bullying” o
matoneo; donde uno o varios acosan a otro hasta obligarlo a doblegarse o a
retirarse o a callarse.
Los casos son notorios; el premio Nobel Tim Hunt tuvo que
renunciar a ser profesor de la Universidad College of London pues fue
calificado como sexista al decir que hombre y mujeres en un laboratorio
terminaban enamorados y que una crítica profesional las hacia llorar. Hace
pocos días el demócrata Dan Kimmel tuvo que renunciar a su candidatura a la
Cámara por un Tweet donde dijo que ISIS no era necesariamente malo,
aunque la violencia no era la respuesta. El matoneo a María Fernanda Cabal por
comparar a ISIS con las Farc ha sido implacable, o al Procurador por oponerse
al matrimonio igualitario.
Las amenazas a la libertad de expresión ya no son los gobiernos
tiránicos, tanto como los recursos estatales para la pauta; ya no son los
poderosos sino los fanáticos, ya no es la autoridad sino la masa que no respeta
las opiniones que cuestionan sus creencias. El debate apenas empieza.
Comentarios
Publicar un comentario