Una nueva política -09 de Septiembre de 2015-
Una nueva
política
Recorro con
entusiasmo y disciplina muchos municipios del país, en especial en el Tolima,
el Cauca y el Quindío, para conversar con la ciudadanía. Hemos analizado la
crisis de liderazgo, la corrupción en las autoridades a todo nivel y sobretodo
la preocupante desconexión entre un poder central ciego a las necesidades de
una Colombia regional con cada vez más pobreza, violencia y explotación inequitativa
de sus recursos.
Creo en la
descentralización y tal vez por eso me duele tanto que los ciudadanos insistan
en que les iba mejor a los municipios cuando los alcaldes eran nombrados, que
ahora cuando son elegidos por el voto popular.
Las
reflexiones en torno al significado del
voto muestra la enorme crisis de confianza en la política. Muchos ciudadanos
encuentran la función de votar fútil, por lo
que interpretan las elecciones como una ocasión para obtener réditos de
algún tipo: plata, puesto, palanca. Votar deberían ser una oportunidad para
expresar el compromiso con nuestra ciudad y nuestra tierra, mediante la
elección de quien mejor pueda administrar la cosa pública. Sin embargo, este
sentido de contribución social del voto, no logra materializarse cuando los
ciudadanos no encuentran por quien votar.
Sucede muchas
veces que los candidatos no se conocen; es difícil llegar a comparar realmente
los candidatos al concejo; cada lista tiene tantos candidatos como curules a
proveer. Basta observar la proliferación de propaganda electoral para entender
que el ejercicio tiene fallas de diseño. Si un ciudadano desea genuinamente
comparar los candidatos debe realizar un esfuerzo significativo; deberá buscar
los planes de gobierno o propuestas y compararlas con las de los demás. Y aún
habiendo hecho el ejercicio, se preguntará si tales proyectos son posibles y de
serlo, si el candidato tendrá la vocación y la capacidad de realizarlo.
Crear una figura
política es muy difícil. Se requiere una enorme vocación del candidato, y
además los ciudadanos le exigen carisma, preparación y capacidad de trasmisión
en el discurso. Si todo ello no se da, el candidato se coloca en un plano de
identidad con el resto de los candidatos. No despierta atracción, y los motivos
que inspiran a votar empiezan a variar.
Se encuentra con
facilidad la frustración de muchos ciudadanos que buscan organismos de control
para detener el despilfarro y la trampa, y se encuentran con que estos
organismos en los niveles regionales han sido cooptados por los políticos de
manera que se vuelven convenientemente ineficaces para atender los casos de sus
propios aliados. La corrupción parece imparable.
Necesitamos un
esfuerzo ciudadano para que el voto sirva para corregir el rumbo. En una sola
elección, si así lo decidiéramos, podríamos derrotar toda la politiquería. Tal
vez no sucede porque nos hemos ido acostumbrando a este estado de cosas. Lo
cierto es que el prestigio del Presidente Uribe sirvió para conquistar amplios espacios
políticos sin la utilización de ninguna practica habitual de la politiquería.
El voto de opinión demostró que no es minoritario en el país. Esa lección me
devolvió la esperanza y me inspira a creer que es posible una nueva política
para Colombia. Ojala así suceda en octubre.
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