Alternativa a la paz
Muchos colombianos me dicen que si ya
está lista esta “paz”, es mejor darnos la oportunidad. Subyace en su
razonamiento la idea de que por mal que salga este proceso no vamos a empeorar;
quedaremos igual, si acaso. No tengo poderes para ver el futuro, y sin embargo
tengo la firme convicción de que este es el mayor error de cálculo que comete
el país. Los costos de esta negociación superan lo que podemos pagar tanto
económica como institucionalmente.
La injusticia –que ya es un resultado
seguro- será el caldo para que germinen todas las nuevas violencias. Los
delincuentes y muchos jóvenes creerán que para ellos también, más adelante, habrá
impunidad. Generamos parámetros morales que serán nefastos; como no hay sanción
para los criminales atroces, como además serán figuras políticas, muchos niños
querrán y podrán seguir los pasos de Tirofijo o Timochenko. Esta negociación pretende
que lo que hicieron fue si acaso, excesivo; pero que no merece castigo, pues
estuvo justificada por ideales políticos.
Claro que el proceso de la Habana impactará
negativamente nuestro futuro. La ley se convierte en un artefacto ridículo, y
la Constitución en un límite transable. No en vano escribió Dios sus
mandamientos en piedra; porque hay cosas –como la ley- que solo adquieren su
valor en la constancia de lo que no cambia.
El postconflicto será muy violento,
ninguno de los flagelos que hoy causan la violencia se modificará. El
narcotráfico avanzará como lo ha hecho en este gobierno, bajo la excusa de la
concertación con las Farc. La minería ilegal seguirá arrasando ríos con su
mercurio y sacando costales de oro para financiar violencia. La extorsión y
todas aquellas conductas ilegales que signifiquen ingresos fáciles se
incrementarán; pues la sociedad entiende que el delito no es grave. Nadie va a
permitir que se le aplique la ley, pues como ya es usual oírlo; si las Farc que
secuestraron, asesinaron y pusieron bombas no pagan cárcel, porque habría de
pagarla alguien que cometió ese delito solo una vez, o cometió un delito menos
grave.
Nos consuelan diciendo que si la
violencia y el terrorismo no tienen finalidades políticas será muy fácil
combatirla; ya por experiencia sabemos que no es cierto. ¿Acaso no tuvo Pablo
Escobar en jaque a Colombia? ¿Acaso no tienen las Maras –bandas criminales-
doblegado al Estado en Salvador?
Colombianos debemos calcular bien: la
desmovilización de las Farc no puede ser tan costosa como para que nuestra ya
agobiante violencia siga en aumento. Nos prometen la paz, pero luego dicen que
esta no es la firma sino que tardará 10 años más, y después dirán que fue culpa
de los gobiernos subsiguientes el que el país siga con creciente violencia. Por
supuesto que es muy efectivo vender soluciones de corto plazo y prometer de
ellas impresionantes resultados. Así se hizo con la idea de emitir dinero para
superar la pobreza, y con el tiempo vinieron las superinflaciones. La
alternativa a la paz de Santos es el camino difícil y largo de la defensa de la
ley y la coherencia institucional.
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