Lo que se pierde
Vender Isagén es un terrible error. Lo comente el gobierno por la habitual soberbia que le
impide reconsiderar decisiones sobretodo cuando Uribe está en la postura contraria. El
debate debería ser sobre lo que le conviene al país, pero el gobierno vanidoso, lo vuelve trivial
y la defensa se limita a buscar cuándo Uribe dijo algo que justifique la decisión del gobierno.
Isagén tiene cuatro virtudes que deberían haber sido consideradas. Por una parte, el Estado
no debía desprenderse de una herramienta poderosa para influir en el crecimiento energético,
del cual depende el desarrollo económico del país. Más aún cuando en Colombia sufrimos de
la peligrosa tendencia a cartelizar los mercados. En muchos sentidos a las empresas
generadoras les conviene detener la expansión energética del país para mantener o subir los
precios.
Isagén es además un poderoso instrumento de política social y control territorial. Siendo una
empresa estatal tiene la capacidad –casi obligación- de invertir en zonas donde la violencia,
los cultivos ilícitos y el abandono estatal son una constante. Claro ejemplo es Amoyá en el
Cañón de las Hermosas al sur del Tolima donde ningún privado se habría atrevido a invertir. O
los sueños de la represa del Patía entre Nariño y Cauca que generaría ingresos a municipios
pobres y olvidados. Una empresa como Isagén le permite al Estado planear el desarrollo con
criterios, no solo de negocio, sino de conveniencia social.
Isagén tiene un sobresaliente compromiso social, difícilmente igualable por algún privado.
Cada vez es más difícil concertar con las comunidades el desarrollo de los proyectos,
sobretodo cuando estos pertenecen a multinacionales, pues el discurso anti inversión
extranjera ha crecido durante este gobierno. La naturaleza pública de Isagén facilitó su
vínculo con las comunidades, y su cumplimiento selló el éxito. Sus hidroeléctricas se han
construido y funcionan con el beneplácito de sus vecinos; un hecho casi excepcional.
Isagén tiene casi 14mil hectáreas de bosques algunos en restauración, miles de metros
cúbicos de agua, que ni siquiera fueron cuantificados en el precio de venta. Será subastada con
un solo proponente, cuyo gerente es un cercano colaborador de Tony Blair quien además de
amigo de Santos, ya es recordado por sus escándalos de multimillonarios contratos por el
mundo.
El epílogo es el más triste. Vendemos Isagén en vista de que el sistema financiero encuentra
riesgoso invertir en las 4G; el gobierno pone los 6 billones iniciales para lograr conseguir los
64 restantes. Isagén se vuelve un fondo para prestarle a los contratistas más grandes y más
ricos del país encargados de las 4G. No quiero ser pesimista, sin embargo es difícil no observar
que la contratación de infraestructura vial pasa por una crisis de corrupción innegable. Nos
dicen que hay que vender esta empresa porque necesitamos los recursos y al mismo tiempo,
dilapidan dinero en más y nueva burocracia: nuevas agencias más costosas y incluso un nuevo
ministerio. Bien podría el gobierno haber ahorrado algo de los más de 200 billones de
presupuesto, y preservar a Isagén para el futuro de Colombia.
impide reconsiderar decisiones sobretodo cuando Uribe está en la postura contraria. El
debate debería ser sobre lo que le conviene al país, pero el gobierno vanidoso, lo vuelve trivial
y la defensa se limita a buscar cuándo Uribe dijo algo que justifique la decisión del gobierno.
Isagén tiene cuatro virtudes que deberían haber sido consideradas. Por una parte, el Estado
no debía desprenderse de una herramienta poderosa para influir en el crecimiento energético,
del cual depende el desarrollo económico del país. Más aún cuando en Colombia sufrimos de
la peligrosa tendencia a cartelizar los mercados. En muchos sentidos a las empresas
generadoras les conviene detener la expansión energética del país para mantener o subir los
precios.
Isagén es además un poderoso instrumento de política social y control territorial. Siendo una
empresa estatal tiene la capacidad –casi obligación- de invertir en zonas donde la violencia,
los cultivos ilícitos y el abandono estatal son una constante. Claro ejemplo es Amoyá en el
Cañón de las Hermosas al sur del Tolima donde ningún privado se habría atrevido a invertir. O
los sueños de la represa del Patía entre Nariño y Cauca que generaría ingresos a municipios
pobres y olvidados. Una empresa como Isagén le permite al Estado planear el desarrollo con
criterios, no solo de negocio, sino de conveniencia social.
Isagén tiene un sobresaliente compromiso social, difícilmente igualable por algún privado.
Cada vez es más difícil concertar con las comunidades el desarrollo de los proyectos,
sobretodo cuando estos pertenecen a multinacionales, pues el discurso anti inversión
extranjera ha crecido durante este gobierno. La naturaleza pública de Isagén facilitó su
vínculo con las comunidades, y su cumplimiento selló el éxito. Sus hidroeléctricas se han
construido y funcionan con el beneplácito de sus vecinos; un hecho casi excepcional.
Isagén tiene casi 14mil hectáreas de bosques algunos en restauración, miles de metros
cúbicos de agua, que ni siquiera fueron cuantificados en el precio de venta. Será subastada con
un solo proponente, cuyo gerente es un cercano colaborador de Tony Blair quien además de
amigo de Santos, ya es recordado por sus escándalos de multimillonarios contratos por el
mundo.
El epílogo es el más triste. Vendemos Isagén en vista de que el sistema financiero encuentra
riesgoso invertir en las 4G; el gobierno pone los 6 billones iniciales para lograr conseguir los
64 restantes. Isagén se vuelve un fondo para prestarle a los contratistas más grandes y más
ricos del país encargados de las 4G. No quiero ser pesimista, sin embargo es difícil no observar
que la contratación de infraestructura vial pasa por una crisis de corrupción innegable. Nos
dicen que hay que vender esta empresa porque necesitamos los recursos y al mismo tiempo,
dilapidan dinero en más y nueva burocracia: nuevas agencias más costosas y incluso un nuevo
ministerio. Bien podría el gobierno haber ahorrado algo de los más de 200 billones de
presupuesto, y preservar a Isagén para el futuro de Colombia.
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