Justicia de cuello blanco -03 de marzo de 2015-
Justicia de cuello blanco
Las denuncias
frente al caso del magistrado Pretelt ilustran el lamentable escenario de la
justicia para los llamados aforados. En Colombia –aunque parezca mentira- los
magistrados de las altas cortes y el fiscal, ostentan los privilegios de
aforamiento que en otros países están reservados para el jefe de Estado.
Para que la
justicia establezca si el magistrado Pretelt es culpable o no, la denuncia
tendría que prosperar ante la inoperante Comisión de Acusaciones. De
allí, la misma denuncia tendría que ser acogida por la mayoría de la plenaria
de la Cámara de Representantes, para luego pasar a una Comisión de Juzgamiento
en el Senado. Si la comisión lo encuentra culpable, el veredicto tendría que
ser ratificado con altas mayorías en la sesión plenaria del Senado. De serlo,
el proceso penal se iniciaría en la Corte Suprema de Justicia. Serán entonces,
los pares de la Suprema quienes decidan. Este absurdo proceso, es un
sofisticado escondite para la total impunidad.
Lejos de buscar
depurar este procedimiento, la reforma al equilibrio de poderes del
Gobierno agraba la situación de impunidad. Anuncia la eliminación de la
Comisión de Acusaciones, creando un mal llamado “Tribunal de Aforados”. Jueces
provenientes de listas hechas por la Sala de Gobierno Judicial (el nuevo
Consejo Superior) decidirán si se investiga o no; pasada esta etapa, se
iniciaría el tortuoso proceso ya descrito. La ventaja –para los aforados- es
que el Tribunal estará integrado por investigadores nominados por la rama que
pretente investigar. La actual Comisión, por mala que sea, es del Congreso; el
Tribunal, en cambio, sería una entidad que decide si se juzga o no a sus colegas.
El juzgamiento
de altos funcionarios debe parecerse más al establecido para los ciudadanos del
común que al previsto para el rey de Inglaterra. Centro Democrático presentó un
proyecto (Gaceta 475 de 2014) que contemplaba la creación de un verdadero Tribunal
para la acusación y juzgamiento de los aforados. Respeta el principio de la
doble instancia y elimina como instancias dentro del proceso al Congreso -pues
no se trata de un juicio político- y a la Corte Suprema -pues no se deben
juzgar entre ellos. Nuestro proyecto fue silenciosamente ignorado por la
bancada del gobierno. Ni siquiera fue debatido. Resignados a que solamente se
debatiera la reforma del Gobierno y con escasos parlamentarios de otras
bancadas, impulsamos una proposición para modificar el sistema de aforamiento.
Fuimos aplastados por las mayorías de Santos y prevaleció el esperpento que
mentirosamente se llama “Tribunal de Aforados”.
La semana
entrante tendrá lugar en Comisión I de Senado el quinto debate sobre tan
polémico sistema. Es quizás la última oportunidad para que se hunda el “mico”
actual y se concrete un tribunal autónomo con verdadera capacidad para
investigar, juzgar y sancionar a los altos dignatarios del Estado. Este gobierno ha mostrado que solo la presión
mediática es capaz de hacerlos reconsiderar ante los errores. A eso los invito:
atajemos los mezquinos intereses que promueven la reforma.
Comentarios
Publicar un comentario